Buenas tardes Apañados, otro domingo juntos y una nueva disertación en torno al mundo del vino.

 

Si vas a comprar un vino, ya sea en un súper o en una tienda especializada, de forma presencial u online, generalmente vas a terminar con una botella de vidrio, de 0,75 cl, con una etiqueta en el frente, una cápsula envolviendo el gollete y debajo un tapón de corcho. Habrá excepciones, pero en la mayoría de los casos así será, y lo daremos por hecho.

 

En cuestión de botella y corchos, también nos vamos a encontrar con la diferencia entre vinos jóvenes y vinos destinados a madurar en la botella, que se llaman vinos «de guarda». Entre los jóvenes están los blancos, los espumosos, los rosados y algunos tintos. Como hay que consumirlos pronto, no necesitan apoyos para una larga vida. Los vinos jóvenes suelen tener botellas claras, transparentes o verde claro y los vinos de larga vida, botellas de tonos oscuros. Hoy, la técnica de la elaboración del vidrio permite botellas casi de cualquier color, pero tradicionalmente el verde era el color dominante. El color oscurece la botella y filtra la luz y la radiación (en casi un 60%),  protegiendo al vino y sus cualidades, y permitiendo que los procesos químicos e intercambios sigan dentro del recipiente hasta llegar a su punto óptimo. Por eso los reservas y grandes reservas tienen botellas muy oscuras, y los vinos jerezanos o andaluces las tienen negras. El cava y el champán tienen características propias por la presión del carbónico. Su botella debe ser más gruesa que las que se usaban antes de la revolución industrial, para resistir esa presión y esta condición marcó la línea para el resto de botellas de vino cuando en el siglo XIX se comenzó la producción industrial de estas, en el Reino Unido. No son tan gruesas como la de estos espumosos, pero sí más que las que se fabricaban antes. Y antes de la botella hubo pellejos de animales, ánforas de barro y barriles de roble.

 

En cuanto a la forma y tamaño de la botella ¿Afectan al vino que contienen? El tamaño sí, una botella Magnum, de 1,5 litros, en vinos tintos no jóvenes permite una evolución al vino que no se da en la botella de 0,75 cl. ¿Y porqué 0,75 cl? Hemos dicho hace un ratito que las botellas se fabricaban antes de la producción industrial, y se hacían soplando el vidrio, según la técnica artesanal y tradicional. Se dice que 75 cl era el máximo de la capacidad pulmonar del soplador de vidrio, y que este es el origen de este tamaño de botella. En otros sitios dicen que siendo el productor de botellas el Reino Unido, se fijó la medida en un quinto de galón, que es poco más de esos 75 cl. Lo cierto es que esta medida permitía redondear a 300 botellas la capacidad de 225 litros de un barril, que son 50 galones, barriles que se usaban para el comercio y la exportación del vino. Simplificaba las cuentas. Lo de porqué un barril era de 50 galones lo dejamos para otro día.

 

Lo cierto es que desde 1975 la legislación europea fijó la capacidad de la botella estándar de vino en 75 cl, y luego los Estados Unidos hicieron lo mismo. Esta regulación y esta regularidad en el tamaño facilitan las cosas al consumidor, y al recaudador de impuestos. Eso no impide que haya otros tamaños más grandes, pero también están regulados y no son la norma general. La botella más grande que he localizado en la investigación de este tema tan apasionante es la Melchior con 18 litros, y le siguen la Nabucodonosor con 15, y la Balthazar con 12 litros.

 

Si tenéis vuestra botella de vino o de espumoso cerca veréis que el culo de la botella no es plano, sino que tiene un vacío. Se le llama «picada» y no, no sirve para meter el dedo pulgar al servir de la botella, que eso me lo han dicho a mí. Originariamente era para las botellas de champán, porque ayuda al reparto de la presión del líquido en el recipiente. En el resto de vinos, ayuda a dejar en el círculo externo los posos y precipitaciones naturales del vino, impidiendo que se traspasen fácilmente a la copa. Y por último, tiene una función importante en la fase de embotellado del vino, en el momento de introducir el corcho en el gollete. Es un proceso casi violento, y el vino lo sufre menos al tener la botella la picada. Las formas importan en el vino, y ya no sólo es química, sino también física.

 

¿La forma de la botella importa? Teniendo un grosor de vidrio, la picada de la que acabo de hablaros y un volumen pre-establecido no parece que la forma sea tan importante, siempre que sea una botella. Los espumosos tienen su forma característica de botella por su elemento de presión. La forma de las botellas pueden ser Rhin o alsaciana, típica de vinos blancos y rosados, larga y sin hombros marcados, jerezana, alta o baja, que contiene manzanilla, palo cortado, sherry y todas esas maravillosas variedades, la bordelesa, de hombros marcados y característica de Burdeos, la borgoñona, típica de Borgoña, pero con menos hombros. En Italia tienen la de Chianti y la Frunconia, y la clásica botella de gaseosa de toda la vida (al menos en el s XX) se llama Costolata.

 

Queda hablar de otro elemento importantísimo de la indumentaria del vino, el corcho. El 80% de la producción mundial de corcho se centra en Portugal, España y una franja de Marruecos. Pero el 75% está en Portugal y existe gracias a un roble muy especial: el alcornoque. Pero de esto os hablo en el próximo post, porque este tema pide espacio propio.

 

¡Hasta pronto Apañados!